Comerte a besos o comerte el coño. Alternando.
Así son las mañanas entre tostadas de aguacate con mozzarella y viendo series malas.
Después, subo la persiana, me dan rayos de sol en la piel y se me pone bonita.
Me subo a tu espalda y te doy un masaje mientras digo chorradas y te ríes sin parar. Tengo gracia hasta recién levantado.
Tocar tu espalda, algo tan insignificante y maravilloso a la vez. Pongo música y me quedo embobado mirando la marca del moreno de tu piel, y los granitos de tu espalda, algunos lunares y marcas. Todo me parece precioso. Y el tacto me da paz. Tocar a alguien que quieres es una sensación extraña. Algo dentro de ti palpita raro. No se explicarlo. Supongo que es bonito sin más.
Te vas a tu casa y yo me quedo en la mía, sabiendo que en 8 horas nos volveremos a encontrar.
Esa noche ir al cine, que apoyes tu cabeza en mi hombro y te rías con el tráiler de Barbie.
Pasear hasta casa bebiendo un par de latas cruzando Madrid Rio. Mojarnos en una fuente, haciendo una batalla de agua nocturna improvisada. Abrazarte un rato largo, calados, fresquitos y que me inunde un sentimiento de paz.
Volver a follar.
Volver a hacer la cucharita.
Esto es vida, joder.